Esta semana hemos salido del Centro. He visitado con mi equipo directivo del CEA Mar Menor, Clara y Javi, «La Huertecica». Y con Clara nos volvimos a ver en la entrega de premios del Certamen literario «En mi verso soy libre», que promueve las Aulas Hospitalarias de la Región de Murcia. Ambas instituciones educativas dan servicio a colectivos vulnerables, con discapacidad, por adicciones o cuando falta la salud.
Emocionado por la labor que desarrollan en «La Huertecica» desde su Asociación y su comunidad terapéutica. Y sacudido por ver a los niños hospitalizados recoger sus premios, hablar con sus maestros, sus padres y con ellos mismos de sus experiencias; y sobre todo atisbar entre líneas el camino que han pasado, en sus palabras y en sus atronadores silencios, es conmocionante para el corazón y la conciencia.
A nadie se le olvida en esos contextos que lo importante ya no es la enseñanza académica, sino el acompañamiento adecuado para que las personas puedan hacerse cargo de ellas mismas y desarrollar una vida plena. Lo que prima es el cuidado debido al estado de vulnerabilidad.
Ante todo esto, la pregunta sería si la educación en general, y no solo en estos contextos, debería encargarse de que todos nuestros alumnos se sintieran cuidados y acompañados, igual que deben sentirse cuidados los propios docentes. Cuidarse para poder cuidar.
Porque es así como podemos crear entornos y contextos educativos sanos, personas motivadas, creativas y más conscientes de sí mismas.
En nuestras aulas de Educación de Adultos tenemos a personas que han sufrido traumas y aún los cargan con ellas, personas con situaciones familiares muy duras, personas en riesgo de exclusión social, que atraviesan enfermedad o sus secuelas, personas que quieren superarse, que quieren seguir formándose conciliando con un trabajo y una familia, etc. Y aún así se empeñan en aprender y superarse.
Desde el cuidado podemos aprovechar la vulnerabilidad, la herida o la enfermedad como una manera de crecer y madurar.
Tener todo el mimo y cuidado con una alumna o alumno hospitalizado está muy bien. Pero se nos olvida que cada día ejercemos la dureza del «deber hacer» en nuestras aulas, mientras muchos de nuestros alumnos tienen enormes dificultades personales y disrupciones emocionales que impiden dar lo mejor. Y en lugar de tratar esos obstáculos vamos directamente a la exigencia académica por el rendimiento.
El aumento del malestar docente y la conflictividad en las aulas es una señal de los vertiginosos cambios sociales que estamos viviendo, y ante los que sólo nos queda dar lo necesario: hagamos el cambio sistémico y personal que nuestros alumnos necesitan que hagamos para convertirnos en los maestros, profes y educadores que nuestros alumnos necesitan que seamos.
Eventos como las Jornadas de Educación Responsable en Murcia abogan por el cuidado y la motivación de los docentes para que se conviertan en agentes activos del cambio necesario en la Educación. Educación Responsable es un programa de aplicación en las aulas que contribuye a cambiar la cultura educativa para incluir la inteligencia emocional, social y de la creatividad.
No se trata de sobreproteger a las personas, pues también es importante que adquieran las competencias necesarias para los desafíos que nos encontramos en la vida; sino aprovechar la Educación para hacerlas más autoconscientes, más resilientes, más capaces.
El bienestar y el cuidado deben ser principios aplicados en los contextos educativos, porque generan condiciones adecuadas para los aprendizajes. Y sobre todo sientan las bases de seres humanos con buen autoconcepto, sana autoestima y mayor autoconocimiento. Y desde esas bases, expresarse desde lo mejor que uno es en la vida se produce de manera natural. La sinergia del cambio personal genera cambio social, contribuimos así a generar una sociedad mejor desde la Educación.
Revisemos lo que ya nos dice la Ciencia, las Neurociencias, la Neuroeducación y los enfoques de la Psicología Positiva, Humanista, Gestalt, etc. Revisemos y ejecutemos en consecuencia. El conocimiento se convierte en sabiduría transformadora cuando lo aplicamos.
Ana Forés, desde la Cátedra de Neuroeducación de la UBA insiste precisamente en aplicar en la práctica docente principios sencillos y asequibles de esta disciplina.
Si la vulnerabilidad y la capacidad humana de superarse es algo Universal, el cuidado debe extenderse a los diversos contextos de nuestras aulas en general. Porque dada la situación social de cambios y vulnerabilidad, cuidar y humanizar es la clave para contribuir a formar personas con vidas plenas y con sentido.
Para ello no hace falta inventar nada. Sólo hace falta humanizar la educación; poner la educación al servicio de las personas, de su maduración y desarrollo integral.
Y para eso los docentes son la clave. Cuando cambia el docente cambia la educación.
Como nos recuerda Marina Garcés: «Cuidar es la nueva revolución».
Foto destacada: National Cancer Institute en Unsplash