No podemos elegir las circunstancias de nuestra vida; pero tenemos una ineludible libertad para elegir nuestra actitud.

Solo nos queda atravesar este estado de emergencia planetaria desde nuestra mejor actitud. Y la mejor actitud surge de ese lugar interno donde nos situamos para formar parte de la solución y no del problema.
Cuando hay un naufragio se intenta salvar lo más importante: las personas…
¿En Educación qué es lo más importante? ¿El currículo, las calificaciones, los contenidos, las competencias?

EN EDUCACIÓN LO MÁS IMPORTANTE SON LAS PERSONAS.

El aula es ante todo un lugar de encuentro entre personas. Sólo después sucede todo lo demás.
Aportamos en esta emergencia desde nuestro ser individual y social; en educación, acompañando a nuestros alumnos.
Hoy no es suficiente con hacer lo correcto, con ser buenos profesionales.
Se nos pide que demos lo mejor en momentos extraordinarios, como son los que estamos viviendo.

Son momentos de generatividad y red: familia, amigos, compañeros, docentes, sociedad…

Para cuidar hemos de cuidarnos. Para dar hemos de tener a manos llenas positivismo, autoestima, esperanza y fortalezas. Nos toca posicionarnos internamente desde ese centro interno en el que poder desplegar nuestras fortalezas, cuidándonos, generando y potenciando una red de apoyo que empieza en la familia, sigue con la amistad, la unidad de los compañeros, etc.
No podemos paralizarnos en el miedo. La actitud de aportar lo mejor al otro y sentirse realizado por ello nos conecta con una vocación de servicio que se siente más inclinada a dar que preocuparse en recibir, que va más allá de nosotros mismos y que compartimos docentes y educadores, tejiendo una red que nos contiene y genera sinergias para “resiliar”, como le gusta decir a Ana Forés (sí, en infinitivo, con forma verbal: actuar para la resiliencia).

En estos tiempos extraordinarios, la excelencia pasa por otro lado: por cuidar y potenciar lo humano, por humanizar la educación.

Ahora que recibimos a nuestros alumnos en este estado de fragilidad hemos de acogerlos con el calor del corazón para que sientan nuestra consideración, valoración y cariño. Sí, incluso ahora que no podemos estrechar manos, dar abrazos… Incluso ahora podemos dar humanidad en el trato, en las miradas y en la manera de hablar. Porque la mayor aportación de un docente es el de dejar huellas en el corazón y dar alas en muchas vidas.

Feliz comienzo de curso a todos. Y mucha fuerza.

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