
En la pared de casa está colgada esta fotografía, para recordar la “gesta” sencilla de padre e hijo. Pero sobre todo para recordarnos que la cima es siempre un reto personal.
Si algún sentido tiene el afanarse en escalar las cimas más altas del mundo es por el indomable espíritu de superación humano. Igual que el correr maratones, carreras “iron man” y todo tipo de retos que rozan lo inhumano.
Alcanzar la cima después de tanto esfuerzo nos permite ver el mundo desde otra perspectiva más amplia.
Sin embargo, llevados por nuestro espíritu de superación, es fundamental elegir bien la cima. No vayamos a conseguir proezas externas mientras en -ambitos más privados o importantes no somos capaces de ascender la cima, o incluso ni reconocerla.
Las relaciones humana son un juego de espejos donde aparecen muchas de esas cimas necesarias con las que superarnos a nosotros mismos: salvar una relación de pareja, llevarla al siguiente nivel o dejar otra a la que nos apegamos, acompañar a nuestros hijos para que desarrollen en la vida su mejor versión, reconstruir relaciones de amistad y de todo tipo truncadas, aportar a los equipos y grupos de los que formamos parte cooperación, integración, estima…
No en vano Edurne Pasaban, la famosa mujer de los ocho miles, afirmó en una entrevista que la cima más difícil para ella fue vencer a la depresión. ¿Qué objetivos esenciales para madurar y crecer en la vida estamos desechando sustituyéndolos por otros que pueden apetecernos o deslumbrarnos más pero que no nos aportan la superación interior que conseguiríamos con los objetivos relacionados con nuestro Ser Esencial?
Podemos discernir los adecuados preguntándonos el «para qué» de conseguir algo…
Usando la analogía, superar una barrera interna, algo que nos limita, es ampliar la propia conciencia y el concepto que tenemos de nosotros mismos y de la vida.
La cima es todo aquello que sea un reto para la superación personal.
Porque las cimas más altas del mundo son las internas. lo que admiramos de las proezas de los aventureros, alpinistas y deportistas es su afán de superar sus propios límites.
Cuántas creencias limitantes, miedos, anti valores, nebulosas tenemos internamente esperando a ser exploradas y superadas.
El afán de superación ha de dirigirse sobre todo hacia adentro. Las montañas a conquistar son las propias.
Si no, nos puede pasar como el abuelo de un buen amigo mío, del que decía que era capaz de pegarse con cualquiera pero no se atrevía a declararse a la mujer que amaba.
El paisaje externo es una metáfora del interno; o dicho de otro modo: el viaje, la experiencia, siempre es interna. Porque sólo interiorizando lo vivido podemos destilar reflexiones que amplíen nuestros horizontes y nos empujen a alcanzarlos.
Nos hacemos más sabios.
Los retos están en lo cotidiano, en nuestras relaciones de pareja, de familia, de amistad, profesionales. Los retos nos invitan a superarnos a nosotros mismos cuando evidenciamos que nos paramos, que sentimos miedo, que creemos no ser capaces de superar un obstáculo, una dificultad que nos presenta la vida.
Las montañas internas son todas esas cimas internas que son el entrenamiento para desarrollar todo nuestro potencial hacia una vida plena y con sentido; esa vida con la que todos soñamos desde lo alto de la Cima (nuestro propio Ser) con conquistar algún día y con la que nos sentimos felices.
Porque a veces, buscar la conquista externa, alcanzar más cimas, superar una carrera o batir más récords no son más que huidas hacia adelante que siempre nos alejan de nosotros mismos.
Así que recuerda, viajero: viaja ligero sin demasiados apegos, viaja en grupo y bien acompañado por tus afectos directos y los buenos amigos, pues aunque sólo viajas más rápido, en grupo llegas mucho más lejos.