Todo lo que hacemos en Educación ha de ser ecológico y sostenible para las personas:

alumnos, familias, docentes y sociedad.

Parémonos y reflexionemos sobre si lo que estamos haciendo es ecológico y sostenible para las personas.

El primer indicador de calidad educativa es el bienestar.

Pues sólo dentro de entornos que cuidan y promueven el bienestar entre la comunidad educativa puede construirse la excelencia.
En circunstancias tan complejas y que generan tanta vulnerabilidad como las actuales, el cuidado de las personas es la primera prioridad para las instituciones y docentes; o así debería de ser.

Y para ello es importante no perdernos en la vorágine del hacer.

Hemos de parar con frecuencia.

Parar y volver a parar para repararse, para cuidarse, para observar cómo estamos, para reflexionar.
Ser sostenibles implica hacer que todos nos sintamos incluidos, tener una mirada en la que lo más importante son las personas, su bienestar y que las vivencias del aula tengan un sentido para sus vidas.

Una Educación así deja una huella amable,
motivadora y transformadora para los alumnos y la sociedad.

Hay que cambiar la mirada

¿En qué nos enfocamos?
¿Qué es lo importante, las tareas o las personas?
Si son las personas lo importante será enfocarnos en su bienestar, su aprendizaje, su realización. Y poner lo que hacemos en relación a eso en lugar de en el currículo, las tareas o los procedimientos.
Tanto las instituciones como los docentes nos toca recorrer un trayecto desde la enseñanza hasta el aprendizaje.
Mientras el primero prioriza el currículo y la docencia, el segundo rescata al alumno y lo convierte en sujeto activo de sus aprendizajes.
En medio de la vorágine que estamos viviendo en este inicio de curso hemos de cuidarnos para cuidar. Y no enredarnos en una idea equivocada de productividad (propia de nuestra sociedad) que sobrepasa y arrasa la medida humana y acelera los ritmos naturales, para volver a la sostenibilidad, la amabilidad y la humanidad.
Hemos de desapegarnos de las creencias que mantienen una Educación bulímica y abrir nuevos espacios creativos en los que construir una educación más pausada, profunda y humanizada.
Solo así habremos conseguido vivenciar este curso, atravesando tantas dificultades y habiendo crecido un poco, habiendo disfrutado un poco, enriqueciéndonos personal y colectivamente.
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