Reset a la Educación

Cuando una situación excepcional como la que estamos viviendo rompe los contextos y las sólidas reglas establecidas sólo nos queda reinventarnos.

Estamos siendo invitados todos y cada uno de nosotros, ante la imposibilidad de seguir haciendo lo mismo, a repensar lo que hacemos como docentes cada día.

Si algo tiene de bueno esta situación es que puede y debe ser una oportunidad para la transformación de la Educación.

En entredicho queda:

La educación como simulacro, dando preeminencia a la enseñanza sobre el aprendizaje.

La naturaleza de los aprendizajes y sus procesos: adquirir conocimientos frente a desarrollar competencias reales.

Los espacios y tiempos rígidos compartimentados en aulas según edades y niveles, con división en materias “estanco”.

La imposición del currículo y su obediencia “ciega” en lugar de su aplicación según contexto, intereses y necesidades del grupo de alumnos; humanizando la educación.

La desconexión entre aula y vida, entre colegio, familia y sociedad.

La propuesta: transformarnos a nosotros mismos

La historia está llena de personas conocidas que no pudieron cambiar su situación pero aprendieron que el gran desafio era cambiarse a sí mismas (Viktor Frankl). Paradójicamente, cuando las personas cambian generan profundas transformaciones en sus realidades.

Mandela pasó 30 años en la cárcel, perdonó a sus carceleros y fue el primer presidente negro de Sudáfrica, generando un régimen inclusivo que permitió superar la violencia racista del Apartheid.

Fulanito fue un chico de Gana que vivió el infierno de la migración ilegal hasta llegar a Europa. Vió de cerca la muerte, el rechazo, la pobreza. Valoró la educación y volvió a su país para con su proyecto “Alimentando Mentes” cambiar la mirada de los jóvenes, descubriéndoles las oportunidades de riqueza que tienen en su propio país.

Carlos Páez superviviente del accidente aéreo de Los Andes de 1972: «Hay que encarar la vida. Hay que salir a buscar los helicópteros, no esperar a que te vengan a buscar», dice hoy.

Viktor Frankl, director de orqueta, Albert Espinosa, etc…

Podríamos seguir con más ejemplos. La lista de héroes anónimos cuya crisis personal los ha empujado a madurar y transformar sus mundos sería interminable.

La última libertad, si es que nos las roban todas, es la de elegir qué actitud asumo frente a los hechos que estoy atravesando (Viktor Frankl).

A menudo una crisis acarrea pérdidas, pero esas pérdidas pueden aportarnos también “ganancias”. Crisis significa “oportunidad”. Y tenemos la oportunidad de reinventarnos como docentes, salir de nuestras zonas de inercia y atravesar nuestros bloqueos y creencias inamovibles de lo que es “la buena educación” para transitar zonas de aprendizaje, creatividad y posibilidad.

La profunda incertidumbre que vivimos nos obliga a cohabitar con nuestros miedos. Pero podemos paralizarnos, atrincherarnos, quejarnos, protestar… O podemos atravesar esos miedos para crecer en las vicisitudes. Podemos sacudirnos ese desencantado.

Uno de los principales generadores de estrés en una crisis es la sensación de falta de control, porque el locus de control depende de factores externos y no puedo controlar lo que me pasa; me victimizo. Recuperar el locus de control interno y ser dueños de la propia vida es esencial sobre todo en este momento de crisis.

Uno de los grandes motores de avance en la humanidad ha sido siempre el querer estar mejor, avanzar, superar nuestras debilidades superando las adversidades.

La innovación a la que se nos invita como docentes no es tecnológica, no tiene que ver tanto con lo que hacemos o cómo lo hacemos; la innovación de verdad, esa que transforma, tiene más que ver con el sentido y propósito de lo que estamos haciendo, del para qué lo estamos haciendo.

Ese sentido tiene que ver más con lo humano y lo social, con qué significa para nosotros la educación y cómo puede transformar una sociedad, como la nuestra, que cada vez da más señales de colapso.

Ante nuevos problemas “la imaginación es más poderosa que el conocimiento”, decía Einstein. También decía que para ello hay que salir del pensamiento que ha creado los problemas que tratamos de solucionar.

Cuando hablamos de reinventarnos, hablamos más de ser que de hacer. Hablamos de concebirnos a nosotros mismos de otra manera, de resignificar nuestros vínculos humanos y con la naturaleza, de comprender el mundo y la vida de otra forma.

Ese es el verdadero reto de toda crisis. Es como tener una enfermedad y querer tomar una pastilla que nos solucione el problema sin modificar un ápice nuestra manera de vivir, aquella misma que nos produjo la enfermedad. Y esta crisis nos obliga a un tajante “STOP”. No existen varitas mágicas. Lo que funciona es transformar la manera en que vemos las cosas.

Generar una visión esperanzadora

Tal vez estemos confinados, presos en nuestros hogares, pero no hay peores carceleros que esos críticos internos que nos impiden soñar, amar, disfrutar.

Imaginemos juntos una educación que sea amada por los alumnos y los docentes.

Que aporte conocimientos a la vez que inspire el corazón.

Que ilumine la mirada porque dentro avive el fuego de la ilusión y del ser.

Que forme parte de la vida y nos ayude a ser mejores, encuadrando nuestra autorrealización en el Bien Común.

Que las ventanas y las puertas de las aulas estén abiertas a la vida.

Más aún: que las aulas sean la calle, los jardines, la playa, la sombra de un árbol…

Que nos empuje a descubrir nuestra propia grandeza inspirando vidas significativas y plenas.

Que nos sacuda del academicismo impráctico y conecte con nuestros sueños y esperanzas.

Que sea como la sangre que corre por nuestras venas y nos de vida.

Esta “enfermedad” no se cura con pastillas, es un camino que nos invita a conectar con nosotros mismos, conocernos más profundamente y transformar nuestro caminar por la vida.

En este estado de “reset” del Sistema Educativo, del que muchos formamos parte, hemos de asumir la valiosa oportunidad de transformarlo desde el único lugar que ello es verdaderamente posible: cambiando nuestra propia mirada, madurando, transformándonos internamente.

Cuando cambio mi mirada cambia el mundo con ella.

¿Aceptamos el reto?

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