Comenzamos una nueva sección en nuestro blog que llamamos “Miradas”.

Porque queremos descubrir y mostrar la mirada de aquellos que miran con otros ojos la Educación.

En esta ocasión queremos descubrir la mirada de John Taylor Gatto, docente estadounidense.

Actualmente los debates en torno a la necesidad de cambiar la educación se centran en cómo educamos, en los métodos, las prácticas o la innovación educativa. Gatto, desde el ejercicio de la docencia en instituciones públicas, cuestiona la propia naturaleza de la escuela y su uso en favor de un sistema que pervierte la naturaleza del individuo, la familia y, por tanto la sociedad misma.

Muchas cosas damos por hechas y  pasamos por alto, mimetizados en la cultura y la manera de pensar.

La pregunta es si podemos formar parte del sistema educativo (cada uno desde donde le toca) y ser conscientes de la rigidez y limitaciones que las propias instituciones educativas tienen para dificultar todo cambio e innovación.

John Gatto lo consiguió, y aportó su granito de arena para el cambio educativo a partir de necesidades detectadas en su contexto.

Del mismo modo cientos de educadores en España y miles en todo el mundo son conscientes y se convierten en agentes de cambio, promoviendo las innovaciones necesarias en sus contextos y comunidades educativas.

Ideas principales:

Ideas del texto que compartimos, del discurso de 1990 cuando Gatto fue nombrado mMaestro del Año en Nueva York. Extrapolemos a nuestro momento presente los necesarios paralelismos y diferencias. Y quedémonos con el necesario debate de qué hacer con una Educación cada vez más en crisis:

  • La crisis de nuestra escuela es un reflejo de una crisis social más amplia. Parece que hemos perdido nuestra identidad. 
  • Vivimos en redes, no en comunidades, y todos los que conozco están solos por eso. 
  • La verdad es que en las escuelas no se enseña realmente nada, excepto cómo cumplir órdenes. 
  • Aunque los maestros trabajen duramente y se preocupen, la institución en sí es psicopática, no tiene conciencia. 
  • Las presiones de la institución y su rígida estructura impide la innovación, es un rodillo.
  • Cuando a los niños se les ofrece la plenitud de la vida en lugar de aulas graduadas por edad, ellos aprenden con facilidad aritmética y a leer y escribir, si todas estas cosas tienen sentido en la vida que los rodea…
  • Actualmente dos instituciones controlan la vida de los niños: la televisión y la escuela, en ese orden (agreguemos las Redes Sociales y los videojuegos). Ambas reducen el mundo real de sabiduría, fortaleza, templanza y justicia a una abstracción infinita, interminable. 
  • En siglos pasados, el tiempo de un niño y de un adolescente estaba ocupado con trabajo real, aventuras y búsquedas auténticas y con docentes que podían enseñar lo que realmente se quería aprender. 
  • Una gran parte del tiempo era empleado en tareas de servicio comunitarias, en encuentros y estudios de cada nivel de la comunidad, aprendiendo cómo formar un hogar, y muchas otras tareas necesarias para ser hombres y mujeres íntegros.
  • Estas cosas son una manera encubierta de crear seres humanos dependientes, incapaces de llenar sus horas propias, incapaces de iniciar tareas específicas que den sustancia y placer a sus existencias. 
  • Esta dependencia y esta falta de propósitos es una enfermedad nacional, y yo creo que la televisión y la escuela tienen mucho que ver con esto.
  • Usar la escuela como un instrumento para imponer una forma de vida unificada no funciona, porque las premisas fundamentales son mecánicas, antihumanas y hostiles. 
  • Las vidas pueden ser controladas por medio de una educación-máquina, pero siempre volverán a la lucha con armas de patología social, drogas, violencia, autodestrucción, indiferencia y otros síntomas  que puedo observar en los niños a los que enseño.
  • Creo que es preciso hacer del trabajo comunitario de servicio, algo obligatorio en la enseñanza. Es el camino más rápido para dar a nuestros niños una real responsabilidad.
  • Pero una reforma en gran escala no reparará el daño hecho a nuestros niños y a nuestra sociedad hasta que se imponga la idea de… la escuela abierta que incluya a la familia como motor principal en la educación.

Discurso completo

*Discurso de aceptación de John Taylor Gatto para el galardón de Maestro del Año de Nueva York, el 30 de enero de 1990. *

Acepto este premio en nombre de todos los buenos profesores que he conocido a lo largo de los años y que han luchado para hacer de sus relaciones con los niños algo digno, hombres y mujeres que nunca están conformes, siempre cuestionando, siempre esforzándose por definir y redefinir lo que la palabra “educación” debería significar. 

Un Profesor del Año no es el mejor profesor, éstos suelen pasar demasiado desapercibidos para ser fácilmente descubiertos, pero es un modelo, símbolo de esas gentes anónimas que utilizan sus vidas gratamente al servicio de los niños. 

Este es su premio tanto suyo como mío.

Vivimos en una época de profunda crisis escolar. Nuestros niños se clasifican a la cola de las diecinueve naciones más industrializadas en lectura, escritura y aritmética. Muy a la cola. 

La economía mundial narcótica está basada sobre nuestro propio consumo de las mercancías, de forma que si no compramos tantos sueños de humo el negocio colapsaría – y las escuelas son un importante centro de compra -. 

Nuestra tasa de suicidios de adolescentes es la mayor del mundo y los que se suicidan son niños ricos en su mayor parte, no los pobres. 

En Manhattan el cincuenta por ciento de los nuevos matrimonios duran menos de cinco años.                Algo debe ir mal con seguridad.

La crisis de nuestra escuela es un reflejo de una crisis social más amplia. Parece que hemos perdido nuestra identidad. 

Niños y ancianos son encerrados y aislados de fuera de lo que sucede en el mundo hasta un grado sin precedentes – nadie habla con ellos ya? y sin niños y ancianos mezclándose en la vida diaria una comunidad no tiene futuro ni pasado, solo un presente continuo. 

De hecho, el nombre “comunidad” apenas se aplica ya a la forma en que interactuamos con los demás. 

Vivimos en redes, no en comunidades, y todos los que conozco están solos por eso. 

En cierto modo la escuela es responsable privilegiado de esta tragedia tal y como lo es también en la creciente brecha entre clases sociales. 

Utilizar las escuelas como un mecanismo de selección no hace sino crear un sistema de castas, lleno por abajo de intocables que vagan por los trenes del metro pidiendo y durmiendo en las calles.

En mis veinticinco años en la enseñanza he podido observar un fenómeno fascinante: que las escuelas y la enseñanza son cada vez más irrelevantes para las grandes empresas del planeta. 

Ya nadie cree que los científicos se entrenan en las clases de ciencia ni los políticos en las de instrucción cívica, o los poetas en las de literatura. La verdad es que en las escuelas no se enseña realmente nada, excepto cómo cumplir órdenes. 

Esto es un gran misterio para mí, porque miles de seres humanos que se dedican con vocación, trabajan en las escuelas como docentes, ayudantes y administrativos, pero la lógica abstracta de la institución asfixia el aporte individual. 

Aunque los maestros trabajen duramente y se preocupen, la institución en sí es psicopática, no tiene conciencia. 

Suena la campana y justo en la mitad de un poema que los chicos están escribiendo, tienen que cerrar sus cuadernos y pasar a otra clase, donde aprenderán que el hombre y los monos descienden de un ancestro común.

Nuestra forma de enseñanza obligatoria es un invento del estado de Massachusetts, de alrededor de 1850. 

Fue un intento resistido hasta con las armas estimativamente por un 80 por ciento de la población de ese estado. 

El último puesto de avanzada en Barnstable, en Cabo Cod no se rindió, y no entregó sus niños hasta los ’80 cuando el área fue sitiada por las fuerzas armadas y los niños concurrían a la escuela bajo guardia.

El movimiento pro-enseñanza en el hogar ha crecido silenciosamente, a tal punto que un millón y medio de jóvenes están siendo totalmente educados por sus padres. 

Hace poco la prensa dio la sorprendente noticia de que los niños educados en el hogar, parecen estar cinco y hasta diez años adelantados en su capacidad para pensar con respecto de sus pares entrenados en el sistema ante­rior. 

Yo no creo que podamos prescindir pronto de las escuelas, por cierto, yo no lo veré; pero si queremos revertir lo que se está transformando rápidamente en una ignorancia desastrosa, es necesario comprender que aunque la institución escuela “enseñe” bien, no “educa”.                                                     Es algo inherente al diseño de la cosa.  

No porque hay malos maestros o se invierte poco dinero, sino porque es imposible que Enseñanza y educación lleguen a ser lo mismo.

Las escuelas fueron diseñadas para que sean instrumentos del manejo científico de la masa. 

Las escuelas intentan producir por medio de la aplicación de fórmulas  seres humanos programados cuya conducta sea predecible y controlable.

  • En esto tuvieron bastante éxito, pero nuestra sociedad se está desintegrando, y 
  • las únicas personas que triunfan son las que muestran autoconfianza, seguridad e individualismo, porque la vida comunitaria que protege a los dependientes y a los débiles  ha muerto. 

Como dije, los productos de la escuela son irrelevantes. La gente instruida es irrelevante. 

Pueden vender películas y hojas de afeitar, manejar papeles y hablar por teléfono, o sentarse sin pensar ante la pantalla de la computadora, pero como seres humanos son inútiles, para los otros y para sí mismos.

Creo que la miseria cotidiana que nos rodea se debe en gran medida a que -como lo dijo Paul Goodman hace treinta años  forzamos a los niños a crecer en el absurdo, y a esto debe apuntar cualquier reforma en la enseñanza.

  • Es absurdo y contrario a la vida formar parte de un sistema que te obliga a estar confinado con gente exactamente de la misma edad y clase social. 
  • Efectivamente, el sistema nos aparta de la inmensa variedad de la vida, impidiendo la participación en esa diversidad. 

Nos separa de nuestro pasado y de nuestro futuro, sellándonos en un continuo presente, como también lo hace la televisión.

  • Es absurdo y contrario a la vida ser parte de un sistema que te obliga a escuchar a un extraño leyendo poesía cuando lo que debes aprender a construir edificios; o estar sentado con un extraño discutiendo sobre la construcción de edificios cuando lo que quieres es leer poesía.

Es absurdo y contrario a la vida pasarse la juventud de un aula a otra cada vez que suena un timbre en una institución que no permite la privacidad y que, hasta cuando uno logra llegar al santuario del hogar, todavía hay que hacer los deberes.

Si ustedes me preguntan: ¿Cómo pueden aprender a leer?, les contesto: 

“Recuerdo la lección de Massachusetts”. 

Cuando a los niños se les ofrece la plenitud de la vida en lugar de aulas graduadas por edad, ellos aprenden con facilidad aritmética y a leer y escribir, si todas estas cosas tienen sentido en la vida que los rodea…

Pero hay que pensar que en los Estados Unidos casi nadie que lee, escribe sabe aritmética es muy respetado. 

Somos un país de parlanchines; les prestamos atención y los admiramos al máximo; y por eso nuestros niños hablan constantemente siguiendo los modelos de la televisión y los maestros de escuela. 

Es muy difícil enseñar lo “básico” porque no es fundamental para la sociedad que hemos formado.

  • Actualmente dos instituciones controlan la vida de los niños:
    • la televisión y la escuela, en ese orden. (agregar los celulares)
    • Ambas reducen el mundo real de sabiduría, fortaleza, templanza y justicia a una abstracción infinita, interminable. 

En siglos pasados, el tiempo de un niño y de un adolescente estaba ocupado con trabajo real, aventuras y búsquedas auténticas y con docentes que podían enseñar lo que realmente se quería aprender. 

Una gran parte del tiempo era empleado en tareas de servicio comunitarias, en encuentros y estudios de cada nivel de la comunidad, aprendiendo cómo formar un hogar, y muchas otras tareas necesarias para ser hombres y mujeres íntegros.

Pero he aquí un estimado de la distribución del tiempo de los niños a los que enseño:

  • De las 168 horas semanales, mis alumnos duermen 56. 
  • Eso les deja 112 horas semanales para formar un ser.
  • Según informes recientes en lo EE.UU. los chicos miran televisión 55 horas semanales. Les quedan 57 horas para crecer.
  • Mis alumnos dedican a la escuela 30 horas semanales; utilizan alrededor de 8 horas en preparativos, en ir y volver a casa, y emplean un promedio de 7 horas semanales en deberes escolares hogareños, total: 45 horas. 
  • Durante ese lapso, están bajo constante vigilancia, no tienen tiempo ni espacio privado, y se los castiga si tratan de defender su individualidad en el uso del tiempo o del espacio. 
  • Quedan 12 horas semanales para crear una conciencia singular. 
  • Por supuesto mis niños también comen, esto lleva cierto tiempo, aunque no mucho, porque hemos perdido la tradición de la comida familiar. 
  • Si asignamos 3 horas semanales a las comidas de noche queda un tiempo privado neto de 9 horas para cada niño.

No es suficiente ¿verdad? 

Por supuesto, cuanto más rico es un niño ve menos televisión, pero su tiempo está limitado por una amplia lista de entretenimientos comerciales y una serie de lecciones privadas, raramente de su elección.

Estas cosas son una manera encubierta de crear seres humanos dependientes, incapaces de llenar sus horas propias, incapaces de iniciar tareas específicas que den sustancia y placer a sus existencias. 

Esta dependencia y esta falta de propósitos es una enfermedad nacional, y yo creo que la televisión y la escuela tienen mucho que ver con esto.

Quiero decirles cuáles son los efectos de quitarles su tiempo a los niños el que necesitan para crecer ­y forzarlos a que lo usen en abstracciones. 

Si no se atacan estas patologías, cualquier reforma que se emprenda será sólo aparente:

Los niños a los que enseño son indiferentes al mundo de los adultos. 

Esto se opone a la experiencia que los niños tuvieron durante miles de años. 

Hay un estudio reciente sobre personas importantes que llegaron cumpliendo lo que había sido la ocupación más excitante en su juventud; pero en la actualidad nadie quiere crecer, ¿y quién puede culparlos? Son juguetes (nuestros).

Los niños a los que enseño prácticamente no tienen curiosidad, y la poca que tienen es transitoria; no pueden estar concentrados mucho tiempo ni siquiera en las cosas que ellos eligen. 

¿Se puede ver la conexión entre los timbres que suenan constantemente y este fenómeno de la atención dispersa?

Los niños a los que enseño tienen una sensación muy pobre sobre el futuro, y cómo el futuro está totalmente relacionado con el día de hoy. 

Viven un continuo presente, el momento exacto en que están es el límite de su conciencia.

Los niños a los que enseño son a-históricos; no tienen sentido de cómo el pasado ha predestinado su presente, limitando sus elecciones y modelando sus acciones y sus vidas.

¿Qué podemos hacer? Primero, necesitamos un gran debate, día a día, año a año, continuado, sin abandonar un énfasis sostenido, lo que el periodismo encuentra muy aburrido. 

Necesitarnos gritar y argumentar sobre esto, hasta que se arregle o se rompa y ya no tenga arreglo; o lo uno o lo otro. 

Si lo podemos arreglar, bien; y, si no podemos, la gran promesa como una alternativa diferente y exitosa, será la enseñanza en el hogar, que mataría dos pájaros de un tiro, recomponiendo a las familias y mejorando a los niños.

Usar la escuela como un instrumento para imponer una forma de vida unificada no funciona, porque las premisas fundamentales son mecánicas, antihumanas y hostiles. 

  • Las vidas pueden ser controladas por medio de una educación-máquina, 
  • pero siempre volverán a la lucha con armas de patología social drogas, violencia, autodestrucción, indiferencia y otros síntomas  que puedo observar en los niños a los que enseño.

Es tiempo de que miremos hacia atrás para recuperar una filosofía educacional que funcione. 

Una que me gusta especialmente ha sido durante miles de años la favorita de las clases gobernantes europeas.  

Creo que funciona tanto para los niños pobres como para los ricos, y la utilizo tanto como puedo en la enseñanza, y me sale bien, aunque no sea correcto según la enseñanza compulsiva actual.

En el meollo de este sistema selecto de enseñanza existe la creencia de que el autoconocimiento es la única base del verdadero conocimiento.

  • Actualmente nosotros les quitamos a los niños el tiempo que necesitan para desarrollar autoconocimiento. 
  • Eso tiene que terminar. Debemos inventar experiencias escolares que les devuelvan gran parte de su tiempo. 

Tenemos que crear un plan de estudios en el cual cada niño tenga la oportunidad de desarrollar su singularidad, su autoconfianza y su autoconocimiento.

Así se transformarán en sus propios maestros, y sólo esto tiene un valor permanente.

Debemos darles a los niños tiempo suficiente para que sean independientes, porque es la clave para el autoconocimiento, y tenemos que reintegrarlos al mundo real para que ese tiempo independiente sea algo más importante que meras abstracciones. 

Estamos en una emergencia, que requiere correcciones drásticas. 

Los niños mueren como moscas en las escuelas. 

Buena o mala enseñanza es lo mismo: irrelevante.

¿Qué más se necesita para reestructurar un sistema educativo? 

Dejar de ser un parásito en la comunidad. 

Creo que es preciso hacer del trabajo comunitario de servicio, algo obligatorio en la enseñanza. 

Es el camino más rápido para dar a nuestros niños una real responsabilidad.

  • Durante cinco años manejé un programa escolar subversivo, en el cual todos, ricos y pobres talentosos o no, 
  • cumplieron 320 horas anuales de arduo trabajo comunitario de servicio. (Experiencias Grupales de Compasión) 

Muchos de ellos regresaron a verme años más tarde, y me contaron que esa experiencia cambió sus vidas, les enseñó a ver de una manera nueva, a repensar sus metas y valores. 

Lo que pasó es que cuando tenían trece años, pude concretar el programa en mi Laboratorio Escolar, porque mi rico distrito escolar estaba en un caos. 

Cuando retornó la “estabilidad” hubo que cerrar el Laboratorio. 

Tuvo demasiado éxito, con un costo muy bajo para que le permitieran continuar, porque hacía aparecer como malos a los programas caros y selectos.

En este país no faltan los problemas reales. 

Se les puede pedir a los niños que los solucionen a cambio de respeto y atención de parte de los alumnos. Sería bueno para los niños y para nosotros.

Estudios independientes, servicio comunitario, aventurarse a experimentar, grandes dosis de privacidad y soledad, miles de carreras diferentes: todas formas baratas y efectivas de comenzar una reforma real en la enseñanza…

Pero una reforma en gran escala no reparará el daño hecho a nuestros niños y a nuestra sociedad hasta que se imponga la idea de… 

la escuela abierta que incluya a la familia como motor principal en la educación.

  • Los suecos se dieron cuenta de esto en 1976, cuando abandonaron efectivamente el sistema de que el Estado se hiciera cargo de los niños no deseados,
  • y en su lugar decidieron emplear el tiempo y el dinero del tesoro nacional para ayudar a la familia original, para que los niños que nacieran en Suecia fueran deseados y aceptados. 
  • El número de niños indeseados se redujo de 6.000 a 15 en 1986, y dejaron de pagar los daños sociales causados por individuos criados fuera de su familia.

La Familia es el motor principal en la Educación…

Si usamos la enseñanza para apartar a los niños de sus padres y, no nos equivoquemos al respecto, pues esto ha sido la función principal de las escuelas desde que John Cotton lo anunció como el propósito de las escuelas Bay Colony en 1650, y Horace Mann lo anunció como el propósito de las escuelas de Massachusetts en 1850 ­- continuaremos con el terrible panorama que hoy se nos presenta.

El Plan de Educación Familiar está en el corazón de una vida buena. 

Nos hemos apartado de este Plan y ya es tiempo de retornar a él. 

  • Lo sensato en Educación para nuestras escuelas sería adelantarse liberando la acción avasalladora y paralizante que ejercen sobre la vida familiar…

Promoviendo durante el período escolar ­encuentros entre padres e hijos, tendientes a fortalecer los lazos familiares.

  • Uno de los grandes problemas que tenemos para aceptar las transformaciones radicales que podrían reformar la enseñanza, es que hay muchos intereses involucrados en la institución tal como es, a pesar de la retórica contraria. 

Tenemos que exigir que se escuchen las voces y las ideas nuevas. 

Estamos hartos de las voces “autorizadas” de la televisión y de la prensa. 

Se avecina una larga década libre para debates, sin opiniones de “expertos”. 

Los expertos en educación nunca tuvieron razón; sus “soluciones” son caras, auto-interesadas y siempre implican mayor centralización.

Basta. Es tiempo de retomar a la democracia, la individualidad y la familia. 

 

Breve biografía:

John Taylor Gatto (Monongahela, 15 de diciembre de 1935 – Nueva York, 25 de octubre de 2018) fue un autor y docente estadounidense, que ha ejercido como profesor durante alrededor de 30 años. Ha dedicado parte de tu vida a su carrera docente, tras la cual ha escrito varios libros basados en la educación contemporánea y en la crítica a la ideología, así como sobre la historia y las consecuencias de ésta. Es conocido por sus clásicas obras: “Dumbing Us Down: the Hidden Curriculum of Compulsory Schooling” y “The Underground History of American Education: A Schoolteacher’s Intimate Investigation Into the Problem of Modern Schooling”.

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