Más allá del espectáculo visual, de la belleza de los atletas y de sus esfuerzos… Hay algo más que admiramos en ellos.
Alguien quiere ganar una medalla de oro y se esfuerza durante años para conseguirla.
Entrena duro, prepara su cuerpo y su mente para conseguirlo. Ya no es el mismo que empezó a entrenar hace años. Ha crecido, madurado, se ha hecho más fuerte y capaz.
No sabemos si va la va a conseguir; debe competir. Pero el proceso lo transforma.
Igual no consigue la medalla, pero su verdadero premio no es la medalla; tal vez se ponga triste si no la consigue porque dio todo lo que pudo para ello.
Y luego igual descubre que el verdadero premio es en quien se ha convertido para tratar de conseguirla. El premio es superarse a sí mismo.
Seguramente es esto lo que nos fascina del deporte, de los deportistas: el espíritu de superación indomable del ser humano. Querer alcanzar la excelencia, perseguir gozosamente nuestro máximo potencial.
Creo que lo importante, o si algo tiene de «útil» las Olimpiadas, es una inspiración y actitud que podemos llevarnos a nuestro día a día.
Y «competir» (por favor, que sea con mucho cuidado y amabilidad) con uno mismo para ser un poco mejor cada día, madurar, salir de zonas de auto boicot y superarnos a nosotros mismos.
Creo que el único mérito de alcanzar cumbres en las más altas montañas del mundo, o terminar un ultra maratón y otras prácticas que nos llevan al límite, es la de conquistar internamente las «cumbres» de ser mejor persona, compañero, amigo, pareja, padre o madre… Dar lo mejor que somos a la vida y a los demás.
A veces nos resulta más fácil o más concreto pelear por estos éxitos externos, en lugar de abordar las necesarias dificultades internas que enriquecerían más nuestra vida y nuestro carácter.
Por que si no, podemos conseguir éxitos externos que no nos aporten más que músculo y capacidad mental y física, pero no arañan la superficie de lo que nos es más útil: la verdadera superación personal, que es la Interna. Y llevar así una vida más plena y floreciente…
Si algo tienen de útiles el ver las Olimpiadas y que nos fascinen puede ser esto.
Al menos, personalmente, la épica del deporte me inspira en este sentido.
Cuando admiramos algo en otra persona, una actitud, valor o fortaleza, generamos condiciones para incorporarlo en nosotros mismos.
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