“Una mudanza puede ser más estresante que un divorcio”, vaticinaba un compañero tirando de hemeroteca. Seguramente es verdad. Aunque todo depende de cuáles son las gafas con las que miramos nuestras circunstancias, sobre todo las no elegidas. Hemos ido transitando las presiones de nuestra reciente mudanza en familia y con la ayuda de algunos amigos, tratando de amoldarnos a las circunstancias y aprendiendo a partir de lo que nos toca vivir.
Cambiar de casa no es sólo trasladar unos muebles, sino remover todo lo que uno tiene (y hasta mucho de lo que uno es) y volver a acondicionarlo en un nuevo lugar en el que crear de nuevo un hogar.
En ese proceso surgen necesarias acciones. Una de las más imperiosas es desprenderse de lo que sobra o está viejo. Luego está el limpiar, ordenar, clasificar…
El Hogar es interno.
La casa es el cuerpo en el que anidamos nuestro Hogar, tan especial; ese lugar en el que encontramos cobijo. Qué digo, mucho más; el lugar en el que cobijamos nuestro tesoro más preciado: nosotros mismos y nuestros afectos más cercanos, la familia.
Así que la casa es importante; puede variar con el tiempo y puede trasladarse de lugar según el momento de nuestra vida. Pero allá donde pongamos nuestro corazón es nuestro Hogar; pues éste no es un lugar externo, sino un lugar ubicado internamente y creado por los lazos que nos nutren y conectan emocionalmente.
“Hogar” viene de hoguera. Y hay un fuego que cocina los alimentos, pero también un fuego que calienta los corazones y que es de naturaleza emocional y psíquica; está fabricado de relaciones, hechos, memoria y sueños. Después del periodo placentario, nuestro hogar es el pecho de una madre, los brazos de nuestros padres, sus miradas y presencia… Desde ahí aprendemos qué es un Hogar y tenemos su referencia para replicarlo. El Hogar se construye con palabras y gestos que envisten de amor a quienes nos acompañan en nuestro viaje por la vida. Se construye con manifestaciones diversas de confianza, admiración y la voluntad de confiar y creer en los demás.
Esos son los ladrillos que construyen el Hogar Interior; ese que nos da la plataforma y las alas para volar, soñar y realizar o materializar. También inspiración y voluntad para construir, servir, y cooperar.
Porque el Hogar cobija y refuerza lo más profundo que somos.
A partir del Hogar interior podemos construir más «Hogares» con los demás desde la amistad, la empresa, el trabajo o los intercambios. El Hogar en lo colectivo es el punto de encuentro, la disponibilidad, la escucha, la empatía y todo cuanto construye el vínculo. Todo esto son oportunidades de construir el Hogar común de la humanidad. Y por tanto reflejarán ese Hogar interno en lo externo (la empresa, el colegio, la sociedad) con sus condiciones de confortabilidad y necesidades nutricias para todos (o la carencia de éstas).
UNA INVITACIÓN AL DESAPEGO
¿Las mudanzas externas? Pues son ese inesperado despido, o un cambio de trabajo, de vocación o de puesto, el cambio de colegio o incluso nuestras pérdidas. Y todas son como ese otoño en el que los árboles dejan a sus hojas desprenderse para seguir creciendo en Primavera y Verano, aprovechando los ciclos más favorables, yendo al compás que marca la vida. Ese guión ya pautado y acompañado es el de la vida armónica, plena, vivida con amabilidad y bienestar; llena de superaciones que nos hacen crecer para manifestar más afinadamente nuestro Ser.
La mente a veces pierde la gestión de los tiempos; se acelera o se colapsa, porque es emisaria del miedo y la supervivencia.
Pero hay otra parte nuestra que posee una Inteligencia Innata o natural que ya sabe, es paciente y gozosamente confía en que cada experiencia es una oportunidad de descubrir nuestra Esencia individual conectada con el Todo.
Y para escucharla hay que hacer el silencio adentro nuestro, relajar la mente y conectar con ella.
Para. Calla. Observa sin juicio. Escucha; es apenas un susurro.
Aprendizaje para la plenitud
La Vida nos invita a a mirarnos en la diversidad para encontrar la Unidad, a mirar de otras formas para descubrir, cambiar constantemente para encontrar en nosotros lo Permanente y Esencial.
Podemos seguir confrontando nuestras ideologías apegadas o esas polaridades individuales para seguir sufriendo.
O podemos aprovechar el conflicto para desprendernos de ellas y encontrar la armonía a través de la complementariedad, para ganar juntos.
Es desde el Hogar interno y nutricio que lo aprendemos. Y si no lo tuvimos lo seguimos buscando; incluso lo demandamos de muchas maneras exigentes y disfuncionales. Siempre lo podemos encontrar si buscamos más allá de nuestras heridas; incluso a través de ellas.
Hay todo un nuevo paradigma en confiar para invitarnos a vivir gozosamente, de instante en instante, esta maravillosa aventura compartida que es Vivir.
Gracias a la vida por sacudirnos y movernos de nuestras zonas de confort para hacernos crecer y enseñarnos el desapego.