Educación permanente, aprendizajes constantes. buscando oportunidades.

Nuestra sociedad cambia tan rápido que nuestra normalidad es la de seguir aprendiendo a lo largo de toda nuestra vida para mantener el ritmo de los procesos tecnológicos y las transformaciones sociales.

La educación permanente es una necesidad para cualquier persona, ya sea dentro de la educación formal o la informal. Mantenemos un ritmo de aprendizaje para seguir en nuestro puesto de trabajo, para promocionar, para desarrollarnos, hasta para socializar.

Cuando la vida nos manda un reto y no sabemos cómo abordarlo tratamos de aprender el cómo. Es también una manera de autorrealizarnos el aprender sin necesidad, simplemente por ampliar los horizontes de nuestra vida.

Recientemente he aterrizado en un centro de educación de Adultos: el CEA Mar Menor de Torre Pacheco, Murcia. Llevo tres meses en él; no sabía nada de este tipo de centros. Así que soy un perfecto novato.

De hecho mi primer contacto fue hace sólo unos meses, participando en las Jornadas de Educación de Adultos: Innovación y Educación a lo largo de la vida que organizaba el CPR Murcia.

Los Centros de Adultos imparten Enseñanzas formales, como la Secundaria presencial y a distancia, la Formación Profesional Básica. También imparten enseñanzas no formales como la Prueba Libre para la obtención de la ESO, los Accesos a Ciclos Formativos de Grado Superior y Universidad, el Aula Mentor o el A2 de Inglés. Y por supuesto el Español, para extranjeros o analfabetos (sí, también los hay hoy día).

Aquí la edad y el perfil de los alumnos es diferente que en ESO Y Bachillerato, que es de donde vengo, la realidad educativa que conocía. También su enorme diversidad. Los inmigrantes copan las aulas de Español, una necesidad y a la vez una oportunidad de integración. También hay muchos en Secundaria buscando mejores oportunidades laborales, como también las buscan aquellos otrora fracasados del Sistema, o los que no pudieron estudiar. Ya con otra madurez, esa que da la vida o las experiencias laborales (con trabajos precarios frecuentemente), el formarse tiene una motivación diferente a cuando con 15 años se termina 4º de ESO.

Cuando ya se escapó el tren llega otro de nuevo que no se quiere dejar pasar.

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Las historias detrás de cada pupitre

N. (mantenemos el anonimato) es una mujer de origen guineano, viene a clase con su hijo de tres años y se está haciendo con la plataforma de Secundaria a distancia, no sin muchas dificultades. Nam…, ha sido madre hace poco; hizo una prueba de nivel sin separarse del móvil porque no trae certificación de estudios, pero se nota que tiene un buen nivel de Secundaria; su dificultad es el idioma. Como el de muchos otros, brillantes en matemáticas pero incapaces de usar la lengua vehicular del aprendizaje. A. viene de Venezuela, es refugiado político y se bebe la formación porque sabe que es la base para su nueva vida en España. C. es de origen rumano y tuvo que emigrar de su país porque su padre maltrataba a su madre y la amenazó de muerte. Omar u Ossama son dos chicos que hace tan solo dos años tenía como disruptivos en mis aulas de secundaria. Ahora con un pequeño contrato asisten formalmente y realizan las tareas.

Detrás de cada adulto que se matricula hay una historia, hay un bagaje existencial que no tienen los menores en la Secundaria. Son mujeres y hombres que ya pueden tener familia con hijos a cargo, personas que trabajan o emprenden negocios y que ven en la Educación lo que todos sabemos que es: una oportunidad para seguir creciendo y mejorando como persona y como profesional.

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Más allá de los tópicos

Uno escucha tópicos sobre la Educación de Adultos, como que es un escape o un retiro para docentes quemados por la vorágine y complejidad que suelen padecer en la «ordinaria· Secundaria y Bachillerato, atendiendo a revoltosos adolescentes.

Como en todos sitios hay algún profesor refugiado. Pero abundan los que son refugio, que viven con pasión la docencia y son profesionales de los que aprender mucho. También hay quien llegó como refugiado, encontró su sitio justo y se convirtió en refugio, que no todos somos iguales y también cambiamos, evolucionamos…

Un buen docente es refugio de las expectativas de sus alumnos, del saber y de las ganas de aprender; es custodio y proveedor de ese fuego de la motivación que transforma a quienes comparten las aulas con ellos.

De estos, como en botica, también me he encontrado (lo bueno abunda). Así que los tópicos existen pero son sólo una parte de la realidad. Siempre esta es más grande y el topicazo se le queda pequeño.

Llevo tres meses en Adultos como jefe de estudios y estoy aprendiendo mucho de los profesionales con lo que comparto centro. Rosario Ros, la nueva directora del CEA Mar Menor de Torre Pacheco (Murcia), no me ofreció un refugio: me ofreció un proyecto de dirección al que sumarme. La afinidad de miras, los valores compartidos y objetivos comunes hicieron que me sumara al carro. Hay tantas cosas nuevas que cada día es una aventura. Enseñanzas tan distintas, perfiles de usuarios tan diversos, necesidades tan extensas… que invitan a ser flexible y receptivo, adoptar una actitud de principiante para seguir aprendiendo, como docente, más adentro en estos nuevos entornos docentes, para mí desacostumbrados.

Por otro lado veo muchas oportunidades de aportar la propia experiencia acumulada, brindar al centro nuevos desarrollos, generar comunidad, sumarme al esfuerzo de todo el claustro y llevar al centro a un nivel de excelencia y referencia en el que sus usuarios puedan sentir el valor recibido.

Hay desafíos como el elevado absentismo, la atención a la diversidad, conseguir que la tutoría sea un acompañamiento real en las dificultades del aprendizaje y el más visible y presente la Educación de Adultos en la sociedad. La clave en esos momentos de sociedad líquida es que las instituciones educativas se adapten a las necesidades reales de sus potenciales “clientes”: personas adultas que quieren y necesitan seguir formándose para hacer realidad proyectos personales que mejoren sus vidas; ni más ni menos.

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Los planes propios y los planes de la vida

Hay planes que uno traza como caminos de vida. Si se empeña en seguirlos avanza un tramo. Luego hay planes que sin buscar te los ofrece la vida, ante los que reflexionar internamente y tener la certeza de que  forman parte de ese propósito personal e intransferible que da sentido a nuestra vida.

La experiencia me dice que en estos últimos es donde se crece y se madura, se navega con viento a favor y se desarrollan nuevas capacidades afrontando retos y obstáculos, llevando cada día en la cartera la utopía de conseguir una educación más integral que permita a cada persona construirse, articular nuevas realidades de sí misma más allá de las fronteras otrora establecidas.

A veces dando el primer paso uno no puede estar seguro de ello. Hay que atreverse a equivocarse, correr riesgos (con sentido) para no vivir limitados por nuestra propia zona de confort.

De hecho el aprendizaje es siempre una invitación a salir de nuestra zona de confort. ¿No hacemos eso con nuestros alumnos? Los empujamos al aprendizaje, surgen los miedos… Y luego los acompañamos para sostener la tensión.

En cierto modo aprender es atravesar los propios miedos para descubrir que somos mucho más grandes y luminosos que ellos.

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