En el mundo educativo, hay una frase que resuena con una verdad incómoda: «Si queremos que todo siga como está, es preciso que todo cambie.» Esta cita, que proviene de la novela El Gatopardo, define a la perfección uno de los mayores frenos al cambio real en nuestras aulas: el Gatopardo Metodológico.

¿Qué es el «Gatopardo»?

El «Gatopardo» es la actitud de simular un cambio profundo sin alterar la esencia de la práctica docente. Es el fenómeno que ocurre cada vez que llega una nueva ley, un nuevo programa o una nueva tendencia pedagógica (la LOM LOE, el enfoque competencial, la gamificación…).

Se manifiesta cuando:

  • Cambiamos las etiquetas: Ahora llamamos «Situación de Aprendizaje» a la unidad didáctica de siempre, sin variar la contextualización o la relevancia para el alumno.
  • Adoptamos el léxico de moda: Hablamos sin parar de «competencias clave» y «criterios de evaluación», pero nuestro principal instrumento de evaluación sigue siendo el examen de contenidos memorísticos.
  • Maquillamos el aula: Usamos una herramienta digital de moda o un poco de trabajo cooperativo, pero el resto de la estructura (la clase magistral y la evaluación individual) permanece intacta.

El Gatopardo nos permite cumplir con la forma, salir en la foto de la innovación y usar el lenguaje de la vanguardia, sin tener que afrontar la incomodidad de un cambio real y profundo.

 

El Peligro de la inercia

El verdadero peligro es doble:

  1. Frenamos la transformación real: Si solo cambiamos la superficie, la práctica docente sigue estancada y la escuela se aleja cada vez más de las necesidades formativas para el siglo XXI.
  2. Frustración: Generamos frustración en los docentes realmente innovadores y desorientación en los alumnos, que ven una desconexión total entre lo que se predica (aprender a hacer) y lo que se evalúa (saber).

 

La solución: ir más allá de la terminología

Para vencer al Gatopardo Metodológico, no basta con cambiar el vocabulario. Debemos ser valientes y atrevernos a transformar el corazón de nuestra práctica:

  • Cambiar la Evaluación: El indicador definitivo. Si seguimos evaluando solo contenidos, estamos siendo «gatopardistas». La evaluación debe ser competencial, variada y formativa.
  • Contextualizar de Verdad: Que las «Situaciones de Aprendizaje» sean realmente relevantes, conectadas con el entorno social de los alumnos y exijan un producto final significativo.

Dejar de ser un «Gatopardo» es un acto de valentía. Es dar el sato a un cambio real, disruptivo; el paso necesario para que los aprendizajes de nuestros jóvenes sean, por fin, útiles, significativos y profundos.

Y tú, ¿has identificado el «Gatopardo» en tu centro? ¿Qué estás haciendo para ir más allá de las etiquetas? ¡Te leo en comentarios!

Imagen de portada: Foto de Eugenia Romanova en Unsplash

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